28 de febrero de 2014

Claudio Bertoni



CLAUDIO BERTONI


¿COMPRENDÍS?

La lechuga que se comió, la novia que lo abandonó, la noticia que escuchó: todo lo que le pasa va a parar a los poemas que Claudio Bertoni (65) escribe con delirio. Ycuando no escribe, saca fotos. O recolecta basuritas con las que arma engendros de rara belleza. Son esos objetos, más algunas pinturas y collages, los que expondrá, desde el 24 de noviembre, en Galería D21.

Por Catalina Mena 

Roberto Bolaño dijo alguna vez que el Premio Nacional de Literatura había que dárselo a Claudio Bertoni. Un poeta que hace años se exilió en Concón y que se ha convertido en un mito, precisamente, porque vive como poeta: aislado del mundanal ruido, en una mediagua “enchulada” que ha sido invadida por las arañas (“tengo la impresión de que ya tenemos una buena convivencia”, dice), sin internet, sin auto, sin familia y sin trabajo remunerado. Lo único que tiene es un televisor, porque descubrió que “la tele es el mejor amigo del hombre, y no el perro”.

Por estos días Bertoni anda alegre y triste al mismo tiempo. Acaba de terminar con una amante que tuvo durante ocho años y confiesa: “Estoy pa’ la cagá”. Pero, por otro lado, está feliz porque descubrió un supermercado Líder cerca de su casa, y se compró unos blue jeans que son “el descoronte” por dos lucas. Sumando y restando, las cosas le están resultando. La Universidad Diego Portales no para de editarle libros y está a punto de sacar otros dos de poesía: Qué culpa tengo yo, con la Universidad de Talca y El tamaño de la verdad, con editorial Cuarto Propio. Y, en el arte, el director de la Galería D21 le ofreció representarlo.

Oye qué bueno que ahora comiences a vender. Capaz que el galerista Pedro Montes se convierta en tu AFP. 
Mi verdadera AFP sería ganarme el Premio Nacional de Literatura, 700 lucas mensuales sería maravilloso. Si estuviera vivo Bolaño me lo habría ganado, porque él dijo que yo tenía que ganármelo. Pero me enteré después. Mejor no hablemos de eso. Porque mi gran frustración es no haberlo conocido.

¿Cómo vives sin un trabajo remunerado? 


La clave es vivir con muy poco. Vivo con 200 lucas mensuales. Puedo vivir de manera muy frugal y hago lo que quiero. Bertoni escribe como habla: sin ningún rebuscamiento. Su poesía es cruda, humorística, terrible, irónica y prosaica, pero también (y no sabemos cómo lo hace) es profunda, amorosa, espiritual y rotundamente honesta. El cansador intrabajable, Ni yo, Harakiri, Dicho sea de paso, Rápido antes de llorar, son ya libros de culto. Versos como “No estoy en el poder, estoy en la cola de Fonasa” lo retratan de cuerpo entero.
Aunque él se siente más poeta que nada, siempre está haciendo cosas con las manos y, sin querer queriendo, ingresó a la historia del arte contemporáneo chileno. Uno de sus trabajos más valorados son los objetos que hizo en los 80, literalmente, con lo que botaba la ola. Iba a la playa y recogía esos desechos que el mar devuelve: palitos, corontas de choclo, cáscaras de plátano, pedacitos de plumavit. “Uno hace objetos con las malditas cosas que hay en el suelo”, ¿comprendís?”.

Bertoni se ríe de sí mismo. Y lo hace con maestría. El año pasado, Rafael Gumucio (que dirige el Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales) le entregó el Premio Nacional del Humor. Fueron 300 mil pesos. “Hallo que el humor es una cosa absolutamente imprescindible. Gracias al humor podemos seguir chacoteando en este valle de lágrimas”

El alivio

¿Para qué haces arte? 


Para aliviarme, porque hay cosas que me afectan. Por eso nunca he tenido ese problema de enfrentarse a la página en blanco. No iría nunca a una página en blanco si no tengo una maldita cuestión que me pase. Es como ir al baño sin tener ganas de cagar. No voy a ir al baño a jugar ping pong. Es ridículo.

Oye. Y dicen que publicas un libro por año. 
Parece que sí. Lo más terrible es darme cuenta de la cantidad de material que tengo. Lo que pasa es que yo grabo todo y de ahí transcribo. Tengo 800 cassettes sin descasetear. Y cada cassette es como un libro. Pero tenía demasiado grabado, así es que chanté la moto y volví a los cuadernos.

Tus piezas de arte tienen una onda más amorosa que tus textos. ¿Es el lado b de la escritura?
Es que en la escritura está todo. La cabeza es una cloaca. En la cabeza tú matas a tu papá, a tu mamá… queda la embarrada.

La soledad

Oye. Y tú no te juntas con los artistas. 
No los pesco. Es que los huelo al tiro. Yo estoy en otro lado nada que ver. Andan todos muertos de susto, de no ser el mejor, de que otro les copie. Yo no tengo dedos para ese piano. Pero tiene un costo. No veo a mucha gente, no tengo una esposa ni hijos. Estoy solo y eso te enferma de la cabeza.

¿Por qué enferma tanto la soledad? 
Porque uno queda perdido. Es como los ríos. Los ríos corren por su cauce, la sangre corre por las venas. Uno necesita un canal, para eso tiene que estar con una pareja. Tengo talento para estar solo, aunque igual me gustan otras cosas. Tengo una ternura terrible por los cabros chicos. Igual que el sexo, que ocupa un lugar súper importante. Es difícil nomás.

En Harakiri hablas de la crisis que tuviste en 1998.
Es lo más fuerte que me ha pasado en la vida. Estaba aterrado, paralizado. Dicen que fue crisis de pánico. Yo, que con cueva me tomaba una aspirina, tuve que tomar pastillas. Era como si mi cabeza estuviera llena de tallarines.

Igual la soledad es peluda, pero también uno se la busca. 
Es verdad. En mis relaciones entro huyendo. Y después, cuando las mujeres se van, sufro como un animal.

¿Y por qué te separas?
Porque ellas quieren tener hijos. Y yo me muero de pánico. Que el niño se apriete un dedo en la puerta, no tener plata para comprarle lápices de colores. No puedo ver sufrir a un niño, es algo demasiado frágil. No y no y no. Ni por nada.

¿Y cómo es cuando estás tranquilito? 
Cuando yo me siento bien, que es muchas veces, es impactante: con decirte que me doy envidia amí mismo.

¿Te miras y dices: “Pucha, quién fuera como Bertoni”? 
Es que te juro que las cago. Hallo que no se puede vivir mejor que yo. Es imposible. Voy sentado en la micro y veo la vereda, pasa una mina, pasa un perro. No me he ganado el Premio Nobel, pero soy feliz. La gran cosa es caminar por ahí y por allá y sentirse bien. No se puede estar mejor en el mundo.

Es budista eso, vivir en el presente. 
El budismo es lo que más me interesa y lo más inteligente que hay. No hay verdad revelada, no hay alma, no creen en nada. Buda puso el dedo en la llaga. Él dijo: “Lo único que hay es el dolor” y se trata de cómo correrse del dolor.

Hacerse el huevón

Dices hay que hacerse el huevón. ¿Eso es budista también? 
Lo que dije es que hueviar un rato no cuesta nada, pero hueviar toda la vida es lo que vale la pena. Porque lo único que existe es el dolor. Yo no puedo hacerte feliz al tiro, aunque me muera de ganas. Pero te puedo hacer infeliz en un segundo. Te puedo tirar el pelo, te puedo pegar un combo, te puedo decir algo horrible, ¿comprendís? Hay mucho más dolor que placer. Para poder resistir, tienes que hacerte el huevón.

Y eso, ¿cómo se hace? 
Por ejemplo, tengo varios mendigos favoritos. Uno, en especial, en Viña. Veo al huevón y quedo pésimo. Era un tipo joven, guapo, pero ahora está mucho más loco. Veo que va a desaparecer. Y me afecta. Escribo de eso. Pero no puedo hundirme con él, porque no le hago ni un bien a él nime hago bien a mí. Me tengo que hacer el huevón. Porque si me voy al fondo de este tipo, soy un ancla y nos hundimos los dos.

¿Y eso te ha pasado? 
Claro. El año en que me fui al carajo, lloraba todo el día. Me subía a la micro, veía a una persona, le miraba los ojos y me bajaba de la micro. En los ojos le veía el sufrimiento.

O sea que mirabas a la gente y la diagnosticabas al tiro. 
Si los puedes ver, también los puedes sanar. No, imposible. Cuando estoy en estados de híperempatía, lo único que puedo hacer es alejarme. Porque estoy igual de perdido que ellos. Lo único que podría darles es un abrazo. Pero no sirve para nada, porque necesitan 150 lucas.

¿Y a veces has abrazado a alguien en la calle? 
Me pasó con un mendigo turco, que me persigue y yo le hago el quite porque estoy cabreado. Y, hace poco, yo venía caminando por la calle Valparaíso, a las tres de la tarde de un día medio fome, y lo vi y no le quise arrancar. Y él se acercó, no me pidió plata, pero me abrazó. Estuvimos un rato abrazados. Y creo que a él nunca lo habían abrazado.

Ya. Entonces ahí no te hiciste el leso, pues. 
Pero fue un rato de lucidez. Pero no se puede ser lúcido todo el tiempo, porque te vuelves loco. Porque el mundo está muy heavy. Es terrible. No se puede bancar.

¿Y no tomas nada para hacer la cosa más llevadera? 
Sí. Yo amo el ravotril. Es lo único que me salva.

Maldito amor

Haces las cosas desde un lugar bien emocional. 
Siempre he sido igual. Lo más importante ha sido meterme con cuatro mujeres a lo largo de mi vida. Lo demás es todo adjetivo. ¿Comprendís?

Pero el amor es una enfermedad. 

Es un estado de idiotez máximo, una cuestión ridícula. Tu conciencia se estrecha, solo ves a tu mina. Estás tan obsesionado, que no puedes elegir nada más. Yo, ahora estoy cagado. Tengo 65 años y acabo de perder a la mujer con que estuve 8 años. Y he estado enfermo por eso.

Otros artistas, que van de intelectuales, jamás hablarían de eso. 

Es que el amor es picante, pero a todos los gallos les pasa lo mismo. Solo que no lo dicen.

Pero lo tuyo no es cebolla así nomás. Tú, desde tu microdrama amoroso, tocas temas sociales y culturales. 

Es que cualquier persona mediamente inteligente llega a hablar de lo mismo. Si tú raspas cualquier cosa te encuentras con el amor, el dolor, la enfermedad y pare de contar. ¿Comprendís?. Caché el mote hace tiempo.

Para el budismo, el amor romántico es fatal. Te sales del presente, vas tras una ilusión y de seguro sufres. Ahí el fracaso está garantizado. Absolutamente garantizado.
La cuestión siempre fracasa.

¿Y cuándo cachaste el mote? 

A los 50 años. Creo que a esa edad algo tenís que cachar.

25 de febrero de 2014

Gregory Corso


Recordando a un Poeta

Gregory Corso (1930-2001) por Patti Smith
 

Patti Smith recuerda a Gregory Corso


Allen Ginsberg, Kerouac y el poeta Gregory Corso en Greenwich Village, 1957.


Gregory Corso, la flor de la Generación Beat, se ha ido. Fue arrancado para adornar el jardín de Papi y todos en el cielo están magníficamente entretenidos. 
La primera vez que me encontré con Gregory fue hace mucho tiempo, enfrente del Hotel Chelsea. Tenía el sobretodo colgando y los pantalones caídos, y vociferaba palabrotas latinas. 
Viendo mi cara de asombro, se río y dijo: "No te estoy mostrando el culo a vos, dulzura, estoy mostrándoselo al mundo." Me acuerdo que pensé qué suerte tenía el mundo de poder contemplar a un verdadero poeta con el culo al aire. 

Y él lo era. Todos los que recuerdan anécdotas, reales o embellecidas, acerca de las legendarias travesuras y las caóticas indiscreciones de Gregory, seguramente recordarán también su belleza, compasión y generosidad. Él se fijo amablemente en mí a principio de los 70, quizás porque el lugar donde yo vivía se parecía al suyo, terriblemente desordenado (pilas de papeles, libros, zapatos viejos, pis en tazas…)
Fuimos compañeros nocivos, cómplices en el crimen durante lecturas particularmente aburridas en St. Mark's. A pesar de tener criterios similares, Gregory un día me aconsejó que focalizara más en mis irreverentes escritos y les exigiera más a esos que se sentaban delante nuestro autodenominándose poetas. 



No hay duda de que Gregory era un poeta. La poesía era su ideología, los poetas sus santos. Una vez fue llamado y lo supo. Quizás su único dilema era a veces preguntar "¿Por qué? ¿Por qué él?" Nació en New York el 26 de marzo de 1930. Su joven madre lo abandonó. De chico pasó de hogares adoptivos a reformatorios, y de allí, a prisión. Apenas tuvo educación, pero fue un autodidacta sin límites. Estudió a los griegos, a los románticos y fue acogido por los Beats, que pusieron hojas de laurel sobre sus cabellos negros revueltos. Bautizado por Kerouac como Raphael Urso, fue su motivo de orgullo, y a menudo su consciencia más provocativa.

Nos dejó dos legados: el corpus de una obra que trascenderá por su belleza, disciplina y energía; y sus cualidades humanas. Era mitad Pete Rose, mitad Percy Shelley. Podía ser explosivo, rebelde, peleador, desafiante, y de a ratos puro como un niño, humilde y compasivo. Estaba siempre disculpándose, deseando compartir sus conocimientos, abierto a aprender. Recuerdo haberlo visto sentado al lado de la cama mientras Ginsberg moría. "Allen está enseñándome a morir", dijo. 
El verano pasado, sus amigos se reunieron para despedirlo. Nos sentamos en silencio junto a su cama. La noche estaba cargada de extrañas coincidencias. Una hija que no conocía. Un padrino llegado de lejos. Un joven poeta a sus pies. La pantalla sin sonido proyectaba Pull my Daisy, la película de Robert Frank. Fotos instantáneas de Allen pegadas en la pared. El cuarto más modesto apropiado por Gregory y toda su gloria andrajosa. Tantos sueños marcados con quemaduras de cigarrillos. Se estaba muriendo. Todos dijimos adiós.
Pero Gregory, quizás percibiendo la devoción que lo rodeaba, fue partícipe de un verdadero milagro católico. Se levantó. Se alejó lo suficiente para que pudiéramos oír su voz, su carcajada y unas pocas obscenidades. Escribimos poemas para él, le cantamos, miramos fútbol, lo escuchamos recitar a Blake. Estuvo aquí lo suficiente como para viajar a Minneapolis, reunirse con su hija, ser un rey entre los niños, ver otro otoño, otro invierno, otro siglo. Allen le enseñó a morir. Gregory nos recordó como vivir y acarició la vida antes de dejarnos un segundo tiempo. 

Al final de sus días, todavía sufría del tormento de un joven poeta: el deseo de alcanzar la perfección. En la muerte, como en el arte, la alcanzó. 
La fresca luz estaba cayendo. Los muchachos del camino lo guiaron. Pero antes de ascender y convertirse en una especie de estampita luminosa sagrada, Gregory se arregla el sobretodo, deja caer sus pantalones y como aquella vez que mostró el culo, grita: "¡Hey, man, besa mi margarita!" 
Ah, Gregory, los años y los pétalos vuelan…
Nos amó. No nos amó. Nos amó…

Patti Smith
24 Enero 2001

Gregory
Corso en 1986

20 de febrero de 2014

ENTREVISTA A SAMUEL BECKETT




“Todos nacemos locos, algunos continúan así siempre”

 Nació en Dublín, Irlanda el 13 de abril y falleció el 22 de diciembre de 1989, fue un poeta, crítico y dramaturgo, nació en una familia de buena posición. Durante su adolescencia se destacó como un gran deportista y jugador de ajedrez, donde estudió francés, italiano e inglés y obtuvo la licenciatura en lenguas romances en 1927 y el doctorado en 1931. En 1929, Samuel Beckett escribió su primer relato breve “Conjetura” y al siguiente año ganó un premio por su poema “Whoroscope”. Durante la década de 1930 viajó por Europa, trabajando en diversos oficios para subsistir y estando en los más variados ambientes, que después le sirvieron para la creación de sus obras. En 1940, Samuel Beckett se alistó en la Resistencia Francesa tras la ocupación nazi y trabajó como mensajero, durante este periodo, estuvo a punto de ser apresado por la Gestapo en varias ocasiones. En 1945 Samuel se estableció en París, donde produjo entre 1951 y 1953 cuatro grandes obras, en las que centró su atención en la angustia que persigue constantemente al ser humano, con un lenguaje de humor corrosivo. En 1969 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura y en 1984 recibió la más alta distinción de la asociación de artistas de Irlanda, denominada “Aosdána”. 

Mary Silva.- ¿Quién es Samuel Beckett realmente?
Samuel Beckett.- ¡Ah, las viejas preguntas, las viejas respuestas, no hay nada como ellas!

Mary Silva.- Entonces dime, ¿cómo es tu vida, puedes describirla?
Samuel Beckett.- Sí en mi vida, si se puede llamar así, hay tres cosas: la incapacidad de hablar, la imposibilidad de estar en silencio, y la soledad, que es lo mejor que he hecho.

Mary Silva.- No creo que el silencio y la soledad deban ser las características de un lingüista.
Samuel Beckett.- Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada.

Mary Silva.- ¿Una mancha? Creí que las palabras eran valiosas para un lingüista.
Samuel Beckett.- Las palabras es todo lo que tenemos.

Mary Silva.- Entonces no lo entiendo, ¿Qué significado tiene el lenguaje o los lenguajes en tu vida?
 Samuel Beckett.- Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.

Mary Silva.- Me resulta extraño que un escritor piense eso sobre las palabras, creí que todos los escritores las apreciaban.
Samuel Beckett.- ¿Qué es lo que sé sobre el destino del hombre? Podría decirte más cosas sobre rábanos.

Mary Silva.- Eres un escritor con hábitos diferentes a los de otros escritores.
Samuel Beckett.- Respirar es un hábito. La vida es un hábito o, mejor dicho, una sucesión de hábitos, ya que un individuo es una sucesión de individuos.

Mary Silva.- ¿En los lapsos en que no te dedicaste a la escritura, cómo te sentiste?
Samuel Beckett.- Hubo momentos en que no sólo me olvidé de mí, sino también de lo que soy.

Mary Silva.- ¿Y qué es lo que le apasiona a un escritor como tú?
Samuel Beckett.- Nuestro tiempo es tan excitante que a las personas sólo puede chocarnos es aburrimiento.

Mary Silva.- ¿En algún momento, alguien que conoce tantas lenguas puede quedarse sin palabras?
Samuel Beckett.- Si alguna vez me callo es que ya no habrá nada que decir, aunque no se haya dicho todo, aunque no se haya dicho nada.

Paraiso de Gladys Gonzalez

Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores

sólo rotiserias con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos. martillos. alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobres

este no es el paraíso ni el anteparaíso


Gladys Gonzalez (1981) . Me parece que nuestra escritura se identifica por su relación con la calle y el desencanto social o personal

18 de febrero de 2014

17 de febrero de 2014

Carolyn Cassidy


Muchos de los obituarios que estos días merece Carolyn Cassady están basados en un fracaso. La llaman “musa de la generación beat” cuando esta mujer inteligente, culta y trabajadora dedicó las últimas seis décadas de vida a renegar de la existencia del movimiento, que entendía como un “invento publicitario” de Allen Ginsberg, los medios de comunicación y los departamentos universitarios de Literatura, que de algo tienen que vivir. Cassady sabía de lo que hablaba: estuvo casada con Neal Cassady —el Rimbaud de los beat— y fue amante de Jack Kerouac —el Verlaine de esta historia—. Los consideraba seres “lamentables” y “malas personas”. Pese a ello, amó a ambos con devoción. Fallecida el 20 de septiembre, a los 90 años, por las complicaciones que la edad añadió a una operación de apendicitis, Cassady nunca se sintió cómoda en el papel de chica beat. Aunque aparece en varias obras de Kerouac (es la “dulcísima Camille” de la novela pivotal En el camino), los chicos de aquel club de licenciosos bebedores, machistas practicantes y amigos traidores le parecían, como no dejó de decir en entrevistas, “miserables”. Tampoco ocultaba que resultaban “brillantes”, “eléctricos” y “conquistadores” —una excepción, William S. Burroughs, al que consideraba “maligno y perverso, nunca te dirigía la palabra si eras mujer y a tus espaldas te llamaba puta”—. Nacida en abril de 1923 como Carolyn Robinson en una familia de valores victorianos, fortuna amplia (padre bioquímico y madre profesora de Inglés) y una biblioteca de 2.500 volúmenes, tenía muy poco que ver con Cassady y Kerouac, el par de pillos expertos en sablear a quien hiciera falta para mantener el hedonista go go go! (¡vamos, vamos, vamos!) que utilizó el primero como lema vital— para atravesar los EE UU en cualquier dirección y a cualquier precio durante los años cincuenta. Carolyn estudiaba Arte y Teatro en Denver cuando, en 1947, conoció a la pareja de trotamundos. Se lió con Cassady, al que encontraba irresistible y vital, quedó embarazada y se estableció en San Francisco. La pareja, que se casó en 1949, no fue estable por la avidez sexual de él, que Carolyn consentía. Durante una larga temporada, que narraría en los libros Heart Beat: My Life With Jack and Neal (1976) —que sirvió de inspiración a la película Generación perdida: los primeros beatniks (1980)— y Off the Road: My Years With Cassady, Kerouac and Ginsberg (1990), vivieron como trío, pero Carolyn, cansada de ser la madre que se quedaba en casa con los niños durante las andanzas de los pillastres, se divorció de Cassady en 1963. Cinco años después él murió en México tras una larga parranda de drogas y alcohol (“era lo mejor que le podría haber pasado, se sentía una piltrafa y no estaba feliz consigo mismo“, dijo ella).. Carolyn Cassady, que terminó trasladándose a Inglaterra, se dedicó al diseño de vestuario y decorados para teatro. Nunca renegó de sus años beat, pero tampoco se cansó de despotricar contra los fanáticos que santifican la época y la autodestrucción que ejercieron los protagonistas: “Todos creen que fueron años maravillosos de alegría, alegría y alegría, pero no lo fueron en absoluto. Los imitadores nunca supieron lo miserables que eran aquellos hombres“.



Carolyn Cassady (1923-2013)

LOU REED



El compositor, vocalista y poeta está considerado uno de los referentes ineludibles de la música pop de nuestro tiempo, tanto en su etapa con «The Velvet Underground» como en solitario. Muere en Octubre de 2013 a los 71 años


16 de febrero de 2014

Poemas de Ishikawa

Selección de 4 especiales



mi pobre padre
se cansa de leer el diario
y sale al jardín
a jugar con las hormigas

2

echado en a arena
recuerdo apenas
el dolor de mi
primer amor

3

hoy día de nuevo
me puse a tomar
sabiendo perfectamente
que me haría mal

4

mi pobre corazón
da un salto en la calle
cuando ve a alguien como tú


+ Ishikawa Takuboku ( 1885-1912). Padre de la poesía japonesa moderna. Su poesía gira principalmente en torno a los "tankas" . Muere a los 27 años.

15 de febrero de 2014

Miami . Mayo 1973



Aquí en USA
sin amigos
no sirven mis palabras

me han detenido en la aduana
me han registrado por colombiano
por traficante de drogas

he logrado salir
me dan un mes de plazo
para que arregle
min situación
en inmigración

me averguenza que los
cubanos me miren como
cómplice
y que se porten decentemente
como si yo también
fuera gusano

un rubio
me insultó con sus
ojos porque me vio
latino

perdí m maquina de
escribir

perdido


+ Andres Caicedo (1951- 1977). 

12 de febrero de 2014

NOCHE EN NYC



Deben ser casi las cuatro,
leve llovizna
en la ciudad,

carros pasan
mientras unos pies,
los míos,

me llevan a eso
hace años ya,
al mismo lugar.

* Robert Creeley  ( 1926 - 2005) . Soy un hombre que trabajo con aquello que le es cercano: el sentido del vínculo entre las personas. Creo, al menos para mi mismo, que el mundo se muestra más evidente y más intenso en esos vínculos, por lo tanto,son esos los materiales con los que trabajo.

11 de febrero de 2014

2323 STRATFORD AVENUE




Despierto y me levanto ,
me acerco a la ventana y miro,
afuera nieva y es temprano todavía.
Los autos cubiertos de nieve,
las cales vacías y una luz brillante
y metálica como si saliera proyectada
desde el suelo. Miro a mi alrededor
un departamento pequeño pero barato,
muebles de segunda mano, libros
en el suelo y sobre una mesa desordenada
un cafe hirviendo y una página en blanco.
Creo que me gustaría escribir un poema
solo para decir que esta nevando.
Trato entonces de pensar en Chile
y no se me ocurre nada
porque no hay nada en que pensar
afuera esta nevando
eso es todo , en Chile no nieva
es simplemente nieve cubriendo las calles
en silencio , como una página en blanco
que nadie ha escrito aún, es Cincinnati,
el invierno que recién comienza,
yo y este país.


*Marcelo Rioseco _En 2003, se fue a estudiar un doctorado en la Universidad de Cincinnati, Ohio. "Era un lugar extraño. No solamente me enfrenté a la soledad, sino también al vacío americano. El primer invierno me pasé mirando la nieve por la ventana, porque además no tenía mucha plata", recuerda. Así nació un libro de poemas, todavía inédito, de alguien que "vive en inglés, pero escribe en español